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jueves, 17 de marzo de 2011

Los grafitis del Palacio de Viznar

Natural del Perú, donde llegó a ser obispo de Cuzco, Juan Manuel Moscoso y Peralta (1723-1811) fue el artífice de unas de las joyas arquitectónicas más bellas que tiene la provincia de Granada, el Palacio de Viznar,  declarado  ya hace años monumento de interés nacional, y que mandó construir como residencia veraniega, siendo arzobispo de la archidiócesis de Granada en el año de 1795. De un marcado corte neoclásico al estilo italiano conserva a pesar de su aparente dejadez, casi intacta su pureza original o primitiva. Salones palaciegos, hoy deshabitados y solitarios esperan con ansiedad su pronta remodelación como Hotel de cinco estrellas. Solución esta al parecer idónea para garantizar el elevado costo de su rehabilitación y mantenimiento a la par de servir como revulsivo económico-turistico de la zona. Emparedado entre dos jardines de ensueño y unas vistas celestiales hacia la vega granadina, al observador más perspicaz le sorprende sin embargo las múltiples  pinturas o frescos que adornan sus fachadas y muros, incluso los exteriores que asoman tras la capa de mortero descascarillada. No así los de su interior que lucen todo su esplendor cromático a pesar de que reclamen a voces  su inmediata restauración. Me refiero a toda esa serie de pasajes o escenas del Quijote que adornan la galería cubierta del jardin de arriba, con las que su dueño, el prelado peruano quiso reivindicar y homenajear la obra cumbre de Cervantes, y sobre las cuales el tiempo implacable las va desnutriendo por abajo como una pizarra de escuela a medio borrar. Fijándome en ellas la otra tarde descubrí con asombro las numerosas firmas autógrafas que contienen, algunas perfectamente reconocibles como pertenecientes a ilustres y muy respetables señores de la Granada de finales del siglo XIX,  aparte de una serie grafitis de matiz politico-reaccionario  tales como “Viva el catolicismo, abajo las escuelas laicas,” o  “Abajo los liberales”. No se si algún estudioso se ha preocupado por descifrar y analizar estas rúbricas “históricas”, que de seguro merecerían una catalogación aparte,  antes de que la mano maestra restauradora las eliminase sin ningún pudor y con la misma presteza  con que se pusieron hace más de un siglo.

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